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martes, 1 de febrero de 2011

Escribir...

Escribir es un ejercicio que, a simple vista, parece sencillo. En torno a éste, se han redactado miles de manuales y libros relacionados. A este esfuerzo también se han sumado diversidad de páginas web. Esto deja en evidencia el valor que nuestra sociedad ha dado a esta destreza. Por otro lado, la educación formal e informal ha dedicado páginas y páginas al análisis de todos los procesos relacionados con la adquisición y el desarrollo de esta habilidad. Es así como diversas áreas se han volcado a dejar su huella en este pequeño e "insignificante" mundo del texto escrito. El mismo que los docentes intentamos hacer aparecer, casi de manera mágica y sin permiso para los equívocos, durante las brevísimas sesiones de una clase, sin dar cabida a la correspondiente revisión y reformulación. Me pregunto, ¿hasta que punto los docentes, con nuestra práctica, fomentamos la inmediatez escritural? La actividad empieza y termina en el salón, en un tiempo reducido, sin cabida a la reflexión profunda, revisión y, mucho menos, a la  posterior reedición. ¿Y es que acaso no son esos los pasos que una y otra vez le enseñamos a nuestros estudiantes cuando, ya sea guiados por un texto o por nuestra propia experiencia de escritura, intentamos mostrarles cómo lograr un escrito coherente y cohesionado?

sábado, 29 de enero de 2011

Leer para escribir

Leer y escribir son dos procesos que van de la mano. Todo texto responde a una estructura. La adquisición de esa "estructura" se da a través del proceso de lectura. Un estudiante universitario, por ejemplo, tiene ante sí diversidad de formas de acercarse a un texto. La primera sería un acercamiento a su contenido. No obstante y a partir de ésta, esa visualización inicial puede y debe ser un proceso de concienciacion progresiva de lo que se dice, cómo se dice (recursos y estrategias, también disposición y secuencia de los contenidos), para qué se dice (intencionalidad del autor) y, una mucho más trascendental que exige reflexión, qué se dice sin querer. Quien logre dar respuesta a todas estas preguntas, puede considerarse un lector competente. Ahora bien, esta competencia lectora tampoco llega sola, se nutre de una habilidad que, a su vez, se desarrolla paralelamente: la escritura. 

Por tanto, son procesos que "van de la mano", leo y escribo, es decir, primero me apropio de un  vocabulario amplio (mucha gente no logra redactar nada coherente simplemente porque posee un léxico elemental, esta misma imposibilidad se les presenta en sus conversaciones, entonces dicen: "es que no sé cómo decirlo" o simplemente "es que me tranco"), visualizo las palabras en contexto, la diversidad de posibilidades comunicativas que poseen, los matices y variantes que su ubicación le aporta. Adquiero, también,  las convenciones gramaticales del texto escrito (ortografía, puntuación, acentuación, elementos de cohesión). A todo ello se suma un contenido clave, pero no codificado: las formas y maneras de decir las cosas (lo que de nuestra sociedad y cultura está plasmado en el texto,  modismos: costumbres lingüísticas). De estas consideraciones, derive usted cuál debería una de las actividades clave en todo proceso de formación...

jueves, 20 de enero de 2011

Daniel Cassany, competencias básicas...comentario en torno a la estructuración del texto (técnicas y recursos utilizados)

Este artículo se centra en el vídeo de Daniel Cassany correspondiente a su conferencia en V Congreso Regional de Cantabria, abril 2008. Incluyo el comentario de esta conferencia por considerarla un texto (oral) interesante para visualizar cómo oralidad y escritura se entrecruzan en diversidad de circunstancias. Además, quiero resaltar las estrategias de organización utilizadas por el autor, tanto las que él mismo hizo explícitas como las que se pueden inferir de su forma de conducir su discurso. 

Atendiendo a lo antes expuesto, debo señalar que su texto (oral) sigue una secuencia deductiva (va de lo general a lo particular). Desde el principio Cassany aporta información suficiente para que el receptor entienda en el contexto en el que se produce su texto, ya que éste condiciona las características formales del mismo. De manera tal que hace alusión a su circunstancia de elocución: está dando una conferencia en Cantabria; es un evento que se realiza de manera periódica (peridiocidad que ha sido constante, razón por la cual los elogia); está destinado a un público adulto, interesado en temas educativos, en este caso el punto a tratar es el desarrollo de competencias básicas en estudiantes. Muestra, seguidamente, la forma como ha estructurado su presentación (introducción, desarrollo y cierre). Desde el primer momento ya sabemos qué aspectos del tema va a tocar, cómo lo va a hacer y cuál es su propósito al incluirlos dentro de esta presentación (a lo que responde el  conferencista que desea "...decir algo nuevo."). De esta manera, el autor reconoce la importancia de la contextualización dentro de los procesos de comunicación. Entiende que de ello depende su eficacia. Busca ser comunicativamente competente. Además, incluye datos que, para cualquier otro público en general, resultarían ser irrelevantes (por ejemplo, explica que, aunque su disertación esté siendo oral y con ciertos rasgos coloquiales, detrás de esta intervención está un proceso de revisión de materiales e incluso la producción de un texto escrito tipo borrador que le permitió secuenciar y jerarquizar contenidos clave). por tanto, aunque pareciera "algo informal" su discurso no tiene nada que ver con la informalidad, sino más bien con una búsqueda consciente del conocimiento. Además, su texto trata de ser lo más amplio posible e incluye subtemas (la normativa legal, por ejemplo). 

Dadas las características de su texto, se puede calificar de "expositivo" (en líneas generales), no obstante, con gran cantidad de secuencias argumentativas, ya que no sólo hace declaraciones, sino que también expone razones, da argumentos de diferentes tipos. Se vale, entre ellos, de ejemplos y argumentos de autoridad. Entre los aspectos valiosos de esta conferencia (más allá de su temática) están los datos que Cassany nos aporta acerca de su forma de organización previa a la presentación en ese congreso; son, en sí mismas, toda una cátedra del proceso de creación de un texto, de los pasos antes y durante.


martes, 11 de enero de 2011

Las Competencias Básicas: qué, por qué y cómo

Estrategias de producción escrita

Las estrategias de producción textual entran dentro de lo que se denomina "Planificación del texto" y que, según van Dijk (1990) forma parte del proceso natural y necesario que debe seguir todo escritor de elaborar un plan o esquema mental del texto que va a redactar. De ahí que se trate de un proceso complejo. Ahora mismo y para la estructuración de este artículo, yo estoy siguiendo una secuencia que considero lógica y que forma parte de lo expuesto por muchos teóricos: disposición o preparación (mental y física), es decir, reviso qué sé y qué otras cosas se han dicho de tópico que analizo; redacción de un borrador (aunque quisiera, no me es posible hacer un texto acabado de una sola vez, menos si este es largo y si su temática no es sencilla, por lo que, independientemente de mi competencia escritural, siempre hago varios intentos hasta conseguir decir exactamente lo que quiero y en la forma como lo quiero expresar), autoevaluación de lo escrito, revisión y reescitura (estos son pasos inevitables y necesarios, ningún texto podrá considerarse eficiente si tiene fallas estructurales, de contenido o gramaticales. Para finalizar, edición final y publicación del texto (sólo es válido si estamos satisfechos con lo que hemos hecho, si, para ese momento, no hay ningún aspecto que nos resulte incómodo, inadecuado o fuera de contexto)...después de todo lo expuesto, ¿quién se atreve a decir que escribir es un acto fácil? y pensar que en clases, a veces, lo solicitamos como si se tratara de transcribir (que es otra cosa). Esto de producir y pulir un texto exige tiempo, dedicación, esfuerzo, conocimiento y autocrítica... 

jueves, 9 de diciembre de 2010

Autor, texto y lector

Tal y como se ha venido considerando, autor, texto y lector están íntimamente relacionados. El primero es quien toma decisiones acerca del texto que piensa producir: tipología textual, extensión, temática, usos lingüísticos, entre otros. El que escribe sabe que ese proceso de comunicación que inicia no se dará cara a cara, sino más bien será un evento postergado´. Por eso está consciente de que debe ser claro, preciso y puntual en sus planteamientos, ya que el texto será un ente inerte, fruto de sus intervenciones y se presentará para las consideraciones del lector como un producto acabado, al cual se le puede criticar, celebrar, pero no se  le puede realizar ninguna modificación sin que esto interfiera en el espacio de autonomía y propiedad del autor. El lector, en cambio, es un ser que puede asumir diversas posturas desde la más aplastante pasividad hasta la más diligente de las críticas. No obstante, al dar su versión del escrito (su lectura) construye una obra nueva, la suya, su interpretación. En ella participan los elementos aportados por el autor y  su obra, además de su conocimiento (experiencia) en relación con el asunto tratado.

¿Y por qué ocurre esto? Porque leer no es una acto ni pasivo, ni sencillo. Todo lo contrario, según afirman los psicolingüistas,   reviste de gran complejidad, ya que implica una búsqueda de significado que se da de manera progresiva, acumulativa y, ya señalaba Huey en 1908,  constructiva, ya que  "...sin significado no hay lectura..." (Goodman, 1986:18). 

De ahí que el acto de producción tampoco revista de sencillez, el autor debe dar la mayor cantidad de contribuciones posibles para que su escrito resulte ser de fácil comprensión. Es ahí, precisamente, donde entran en juego estrategias de producción textual que, en el caso del que escribe, necesita manejar. Si se trata de un docente, sólo podrá contribuir al desarrollo de las mismas en sus estudiantes si él mismo las posee.

Mario Vargas Llosa es un ejemplo de los que puede significar el arte de la escritura para una persona.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

El lector y el texto

La habilidad de comunicar en forma eficaz se inicia en la oralidad y se profundiza mediante la ejercitación de la escritura y la lectura; habilidades que se complementan e interrelacionan. La diferencia entre ellas está en su momento de iniciación. Dadas las características de la lectura, esta tiene la posibilidad de comenzar al final de la primera infancia, aproximadamente hacia los cinco años (tal y como dice que inició su faceta de lector  el recién galardonado escritor peruano, Mario Vagas Llosa). La escritura, por el contrario, requiere de cierta maduración motriz e intelectual, evento  que ocurre en edades posteriores. 

¿Y qué tiene que ver todo esto con el lector y el texto? Bien, cuando se escribe, se ha dicho, es necesario tener presente al destinatario del documento, ya que cuando se lee, la decodificación resulta más o menos compleja en función del conocimiento que se tiene de la superestructura textual (forma) utilizada por el emisor. Dicho de manera sencilla, si el que lee está muy familiarizado con un determinado tipo de escrito, su lectura será más veloz y su compresión de la misma será más completa. Por tanto, el texto (si está bien escrito) no sólo será eficiente (en su el uso de los recursos para comunicar) sino que también será eficaz (pues ciertamente logrará su objetivo: transmitir una idea).

De manera tal que texto y lector se encuentran en la "experiencia" del último, mientras más avisado sea el que lee (tenga más experiencia), más posibilidades de entender tendrá. Su conocimiento de temas, estructuras y modismos hará menos complejo este proceso. Es por ello que Umberto Eco reconoce la importancia de la participación activa del lector y señala que el autor escribe, el lector decodifica y completa espacios de significación tomando como base su experiencia. Así autor, texto y lector cierran un ciclo de comunicación donde el que escribe impone estructura, contenido, estrategias discursivas y, el que lee dedica tiempo, esfuerzo físico e intelectual durante su interacción con el texto. Todo este recorrido tiene como resultado, según Petit y Segovia (1999), que el lector "altera" el texto en su recorrido y, a su vez, es "alterado" por éste.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El emisor y su texto

Aunque con muy poca frecuencia hallamos reflexiones en relación a esta temática, es importante considerar lo determinante del rol que desempeña el emisor y la relación que se establece entre éste y su texto. Sus características personales (edad, sexo, formación académica, circunstancia de enunciación, entre otros de tipo psicológicos y sociales) serán clave en la estructuración tanto externa como interna de su composición. 

En este contexto también se inserta lo que señalan Scardamalia y Bereiter (1992), quienes dicen que no es lo mismo  “decir el conocimiento” que “transformar el conocimiento”. Desde el punto de vista motor, ambos  ejercicios de redacción contemplan más o menos las mismas tareas, no obstante, no ocurre así desde una perspectiva intelectual. El primero exige sólo la capacidad de recordar, el segundo requiere una actividad cognoscitiva exigente, es decir, es un esfuerzo consciente y concentrado que conduce a la creación de conocimiento (Bereiter y Scardamalia, 1987).

Por otro lado, quien escribe despliega toda una gama de decisiones que afectan tanto el contenido como la estructura del texto. No importa qué tanto conocimiento o conciencia tenga en relación con las tipologías textuales y las distintas posibilidades de abordar un tema, indefectiblemente, como autores, siempre se está obligado a tomar decisiones de cómo hacerlo, las cuales serán más o menos asertivas en función de la experiencia. Obviamente nos estamos refiriendo al acto de la pura "composición", no al de la "transcripción" que aunque no desmerece es, definitivamente diferente. 


jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Qué escribir?

Dicen los autores que el texto escrito cumple muchas funciones, una de las más relevantes es la "construcción del conocimiento" (Vargas, et.al., 2007:32). Es tal su contundencia que Wells (2001) afirma que el hecho de escribir constituye una forma especialmente poderosa de llegar a dominar un tema y más aún cuando el asunto sobre el que se redacta forma parte de una indagación y no de algo que ya se conoce. A mi juicio, en ambos casos resulta ser significativo, ya que si se conoce el tema, entonces el emisor tendrá la oportunidad de revisar lo que conoce del mismo (metacognición). Claro está, entre uno y otro (tema novedoso o tema conocido) el nivel de comprensión variará, a mayor conocimiento, mayor entendimiento. 

El tema pues, sobre el cual escribir, es un asunto que debe decidir quien  tenga el deseo de hacerlo o esté en la necesidad de presentar un texto escrito. La calidad, cantidad y profundidad de su composición dependerá de lo que necesite expresar, conozca y/o investigue del tema. Lo común es que la mayoría de los alumnos no tienen conciencia de la poderosa herramienta que es la escritura en los procesos de comprensión. Personalmente, puedo decir que leer y redactar fueron ejercicios recurrentes que asumí como estrategias de aprendizaje durante mi formación académica; la descubrí por casualidad y la sigo utilizando hasta ahora, por lo que, definitivamente, comparto esta postura.

Ahora bien, no basta con simplemente escribir, es necesario estar implicados emocionalmente con los textos que se crean. Estar conscientes de que su estructuración se da en varias fases: elaboración de un borrador, revisión, reedición y redacción del texto final. Por supuesto, si lo que se quiere es reflexionar brevemente sobre una lectura realizada, o incluso, una experiencia de vida (para ello son ideales los diarios) tal vez no sea necesario una reedición, pero este simple ejercicio de escritura diaria pude ayudar a la instauración del hábito. El perfeccionamiento del mismo se logrará con la práctica constante y comprometida. Para llegar a ser un escritor competente es necesario querer hacerlo cada vez mejor. 





miércoles, 1 de diciembre de 2010

Conocer y aplicar técnicas y recursos (1)

Cuando me plantee este tema sabía de la complejidad del mismo y de lo que significaría intentar hacerlo sencillo. Es precisamente en aras de esa sencillez que iré desglosándolo e intentando analizarlo desde todas sus facetas y, dentro de ellas, he escogido para esta entrega la del "contexto" por estar consciente de que todo escrito tiene su realización en un espacio, un tiempo y un propósito definido. Es decir, todo texto está inserto dentro de una situación comunicativa real o simulada (esta última es la que, en muchas ocasiones, está presente en los contextos académicos). En todos los casos, es imprescindible que quien escribe tenga en consideración los parámetros discursivos de la producción que intenta realizar.


Ahora bien, ¿a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de "parámetros discursivos"? Dicho de manera muy elemental, son las formas específicas como una determinada comunidad acostumbra a redactar un tipo de texto en particular. Ese uso define sus características tanto externas como internas (forma, extensión, distribución tipográfica, modismos (costumbres lingüísticas), rasgos lingüísticos específicos y hasta las consideraciones de tipo psicológicas (no olvidemos que entre las funciones de la comunicación está la necesidad de influir en el otro) que debe tener en cuenta el autor. Por tanto, es necesario tener presente: qué se dice, quién lo dice, a quién lo dice y para qué lo dice. Así, se unen texto y contexto en un sólo continuo. Dependiendo del tema, el emisor, el receptor y el propósito de esa comunicación se estructura el escrito. Todos ellos son elementos clave en su producción.