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lunes, 15 de febrero de 2016

Enseñar a leer

"Ninguna otra actividad pedagógica es tan clara, tan definida tan transformadora" (Marina, 2007:115). Esta declaración no exige mayor explicación. Asistir al momento de iniciación en la lectura es como estar presente en una acto de magia, tanto para el maestro, "el mago", como para el sujeto que vive la transformación, el estudiante. No importa su edad, después de ese acto inicial ya el mundo no será el mismo.

Lo que hasta ese momento sólo "sonaba y significaba" ahora tiene "forma" y se materializa, ocupa un espacio, es una "palabra". Tal vez para el docente sea rutina, pero en el caso del infante que es sujeto de iniciación es un  verdadero descubrimiento. Ahora hasta él o ella a través de su nombre, adquiere una forma tangible, tiene unas "letras", una extensión, unos sonidos, quizá repetidos. Todo su ser está encerrado en "una sola palabra" y así todo lo que le rodea. Entonces quiere mostrarlo a todos. Se esfuerza porque se haga evidente que "sabe leer". Existe y reconoce la existencia de todo a través de esa capacidad de "decodificar y entender" cada mensaje que se encuentra. Todo su pueblo, ciudad u objeto con texto, se transforma en su "tarea voluntaria de lectura" y, consecuentemente, también de escritura.  Él o ella ahora  "pertenecen a esa sociedad que lee y escribe", esa comunidad ya no les es extraña, ni ellos le son extraños. ¡Ha ocurrido la magia!