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lunes, 15 de febrero de 2016

Enseñar a leer

"Ninguna otra actividad pedagógica es tan clara, tan definida tan transformadora" (Marina, 2007:115). Esta declaración no exige mayor explicación. Asistir al momento de iniciación en la lectura es como estar presente en una acto de magia, tanto para el maestro, "el mago", como para el sujeto que vive la transformación, el estudiante. No importa su edad, después de ese acto inicial ya el mundo no será el mismo.

Lo que hasta ese momento sólo "sonaba y significaba" ahora tiene "forma" y se materializa, ocupa un espacio, es una "palabra". Tal vez para el docente sea rutina, pero en el caso del infante que es sujeto de iniciación es un  verdadero descubrimiento. Ahora hasta él o ella a través de su nombre, adquiere una forma tangible, tiene unas "letras", una extensión, unos sonidos, quizá repetidos. Todo su ser está encerrado en "una sola palabra" y así todo lo que le rodea. Entonces quiere mostrarlo a todos. Se esfuerza porque se haga evidente que "sabe leer". Existe y reconoce la existencia de todo a través de esa capacidad de "decodificar y entender" cada mensaje que se encuentra. Todo su pueblo, ciudad u objeto con texto, se transforma en su "tarea voluntaria de lectura" y, consecuentemente, también de escritura.  Él o ella ahora  "pertenecen a esa sociedad que lee y escribe", esa comunidad ya no les es extraña, ni ellos le son extraños. ¡Ha ocurrido la magia!

sábado, 29 de enero de 2011

Leer para escribir

Leer y escribir son dos procesos que van de la mano. Todo texto responde a una estructura. La adquisición de esa "estructura" se da a través del proceso de lectura. Un estudiante universitario, por ejemplo, tiene ante sí diversidad de formas de acercarse a un texto. La primera sería un acercamiento a su contenido. No obstante y a partir de ésta, esa visualización inicial puede y debe ser un proceso de concienciacion progresiva de lo que se dice, cómo se dice (recursos y estrategias, también disposición y secuencia de los contenidos), para qué se dice (intencionalidad del autor) y, una mucho más trascendental que exige reflexión, qué se dice sin querer. Quien logre dar respuesta a todas estas preguntas, puede considerarse un lector competente. Ahora bien, esta competencia lectora tampoco llega sola, se nutre de una habilidad que, a su vez, se desarrolla paralelamente: la escritura. 

Por tanto, son procesos que "van de la mano", leo y escribo, es decir, primero me apropio de un  vocabulario amplio (mucha gente no logra redactar nada coherente simplemente porque posee un léxico elemental, esta misma imposibilidad se les presenta en sus conversaciones, entonces dicen: "es que no sé cómo decirlo" o simplemente "es que me tranco"), visualizo las palabras en contexto, la diversidad de posibilidades comunicativas que poseen, los matices y variantes que su ubicación le aporta. Adquiero, también,  las convenciones gramaticales del texto escrito (ortografía, puntuación, acentuación, elementos de cohesión). A todo ello se suma un contenido clave, pero no codificado: las formas y maneras de decir las cosas (lo que de nuestra sociedad y cultura está plasmado en el texto,  modismos: costumbres lingüísticas). De estas consideraciones, derive usted cuál debería una de las actividades clave en todo proceso de formación...

jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Qué escribir?

Dicen los autores que el texto escrito cumple muchas funciones, una de las más relevantes es la "construcción del conocimiento" (Vargas, et.al., 2007:32). Es tal su contundencia que Wells (2001) afirma que el hecho de escribir constituye una forma especialmente poderosa de llegar a dominar un tema y más aún cuando el asunto sobre el que se redacta forma parte de una indagación y no de algo que ya se conoce. A mi juicio, en ambos casos resulta ser significativo, ya que si se conoce el tema, entonces el emisor tendrá la oportunidad de revisar lo que conoce del mismo (metacognición). Claro está, entre uno y otro (tema novedoso o tema conocido) el nivel de comprensión variará, a mayor conocimiento, mayor entendimiento. 

El tema pues, sobre el cual escribir, es un asunto que debe decidir quien  tenga el deseo de hacerlo o esté en la necesidad de presentar un texto escrito. La calidad, cantidad y profundidad de su composición dependerá de lo que necesite expresar, conozca y/o investigue del tema. Lo común es que la mayoría de los alumnos no tienen conciencia de la poderosa herramienta que es la escritura en los procesos de comprensión. Personalmente, puedo decir que leer y redactar fueron ejercicios recurrentes que asumí como estrategias de aprendizaje durante mi formación académica; la descubrí por casualidad y la sigo utilizando hasta ahora, por lo que, definitivamente, comparto esta postura.

Ahora bien, no basta con simplemente escribir, es necesario estar implicados emocionalmente con los textos que se crean. Estar conscientes de que su estructuración se da en varias fases: elaboración de un borrador, revisión, reedición y redacción del texto final. Por supuesto, si lo que se quiere es reflexionar brevemente sobre una lectura realizada, o incluso, una experiencia de vida (para ello son ideales los diarios) tal vez no sea necesario una reedición, pero este simple ejercicio de escritura diaria pude ayudar a la instauración del hábito. El perfeccionamiento del mismo se logrará con la práctica constante y comprometida. Para llegar a ser un escritor competente es necesario querer hacerlo cada vez mejor.